SIN PALABRAS

“Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”

AYUDAME SUSY LEIVA

Autor: Juan Quiroga

Esta obra tiene relación con un tiempo, con una historia, con una etapa que nos involucra a todos. 

Solo se puede leer con el corazón y la inteligencia de la razón, aunque "el corazón tiene razones, que la razón no entiende"

    SIN PALABRAS

     (Ayúdame Susy Leiva)                     

           

JUAN QUIROGA

 

CAP. 1

 

DIME LA VERDAD...NO ME CUENTES UNA MENTIRA

 

 

“Un gato que está triste y azul, nunca se olvida que fuiste mía...lalalá, lalalá...”

 

En todos los receptores del país se escuchaba a Roberto Carlos que cantaba esa canción éxito en  los comienzos de la década del 70 en el siglo pasado.

Años en los que comenzaba a escribirse una parte muy negra de la historia de nuestro país.

Claro. Y no es una promoción…

Todo esto tenía una causa.

Años antes, con el triunfo de la Revolución Cubana, se gestaba el auge de una situación que tendría consecuencias muy serias no solo en esta parte del mundo. También afectaría a otros países sub-desarrollados.

Los años 60 sentaron las bases para que se escribieran esas páginas violentas, las más sangrientas, de la Argentina que aún busca su Unidad Nacional.

En aquellos años llegaba al país una mezcla de ritmos que, al igual que los inmigrantes que poblaron este suelo, constituyeron el germen para una Argentina en rebeldía. Me refiero a esa mezcla de distintas corrientes del pensamiento que en otros lugares del mundo con más historia propia y madurez produjeron hechos de consecuencia inmediata. Sin que para ellos hubiese arrastre de sentimientos encontrados que se convierten en odios sin fin como nos sucede a nosotros en esta parte del mundo que vivimos repitiendo ciclos que no se modifican.

Sencillamente porque los protagonistas de la Historiainmediata están presentes, viven y no quieren modificar los planteos iniciales que los llevaron a tener esa condición: la de protagonistas o hacedores de historia, que no siempre es transparente y clara.

Lamentable es que no se engendre hoy al hombre del mañana para que todo este hoy no se repita.

Quizá el secreto esté en que de una vez por todas nos contemos la verdad.

En el Evangelio de Jesucristo. El Hijo de Dios nos subraya qué, cuánto, cómo, de qué manera podremos ser fuertes para enfrentar los acontecimientos  que nos toquen vivir y resolverlos de manera positiva y en beneficio del conjunto. Esto es válido no sólo para las personas de fe que pertenezcan a alguna iglesia sino que es  provechoso para la humanidad.

Él dijo “Sólo la verdad nos hará libres”.

Seguro es que si nos dijéramos la verdad podríamos cambiar el curso de la historia y nos alejaríamos paulatinamente de esa parte del proceso que no iniciamos nosotros y que nos va llevando a un enfrentamiento del que todos conocemos de manera anticipada el resultado.

Esa historia que mencionamos es la de la Humanidad.

Nadie parece advertir que también nosotros como país somos parte de esa humanidad que no es una abstracción sino algo concreto y que nuestra Historia es parte de ella.

Alguien alguna vez dijo cruelmente pero con acierto que la rueda de la historia se mueve con sangre, graficando de esa manera de qué modo los intereses encontrados nos arrastran a la confrontación. El cambio de un sistema económico a otro no es el resultado de la aceptación del hecho irreversible sino que para llegar a él fue necesario se derrame mucha sangre.

Del comunismo primitivo al trueque.

Del trueque al esclavismo.

Del sistema esclavista al feudal.

Del feudalismo al capital.

Del  capitalismo a... ¿Qué?

No sabemos, pues parece que este sistema esta férreamente instalado y es defendido con todas las armas disponibles. Aunque es innegable que todo tiene un final.

Alguien dijo una vez que todo engendra en sí mismo su contrario, lo que habrá de reemplazarlo.

La Historia así lo certifica

Período tras período

Era tras era

Edad tras edad.

Los sistemas o formas de ordenamiento económico en anteriores sociedades, en la presente y en futuras tienen un determinado tiempo de existencia. Aún cuando no desaparecen totalmente, ceden el paso a lo venidero, a lo superador. Se prosigue con el desarrollo de las sociedades de manera desigual y combinada

Existe una ley natural no determinada ni creada por el hombre, no convencional, que nada ni nadie pueden modificar y se cumple indubitablemente. Las etapas determinadas para cada proceso se inician, desarrollan y finalizan.

Existe una manera concreta, de manifestación real, de este axioma que no tiene discusión. Es el tiempo determinado de vida en la existencia de una persona. Nacimiento, desarrollo y muerte.

Ocurre siempre, es inevitable, no se puede detener.

 

No hace mucho en nuestro país se vivió una guerra a la que le dan diferentes calificativos. Para unos es la guerra contra la subversión mientras que para otros es una guerra sucia.

Si a esto le agregamos la posición asumida por quienes no la entendieron, nos encontramos con que en el país de unos hubo quienes murieron luchando por defender la enseña patria y la libertad. En el país de los otros hubo quienes murieron por defender al pueblo hambriento y no sólo de justicia.

Es innegable la posibilidad de que exista un tercer país: El de los que nada sabían ni entendían y murieron sencillamente por eso, por no saber ni entender  nada.

Tampoco puede negarse un cuarto país: el de los vividores y oportunista que se montan sobre la oportunidad de ser y que no se puede dejar escapar, total la vida es corta

No puede negarse un quinto país: El país de “esta juventud maravillosa” que hará posible el cambio de la historia y que solo sirvió para crear

El sexto país: El de “estos estúpidos imberbes”.

En aquellos años todos los sectores sociales contribuyeron a ese estado de cosas aportando los unos, intelectuales; los otros la mano de obra desocupada que uniéndose plantearían al poder político y económico un duro cuestionamiento que provocaría el mayor derramamiento de sangre producido por una lucha fratricida en la Argentina.

 

Argentina...país generoso.

 

Su nacimiento como nación que todavía busca su independencia está manchado con la sangre de sus hijos: Mariano Moreno, los negros que fueron punta de lanza de las fuerzas libertadoras de San Martín y que nadie recuerda en las muchas historias escritas sobre este país porque no conviene dar protagonismo a “esos negros de mierda”(tal vez por la condición innata que tenemos para negar protagonismo a quienes consideramos diferentes o inferiores a nosotros que somos tan puros), la guerra de la triple infamia, la época de la mazorca, el asesinato de Camila y Ladislao el primer curita que quiso ser un hombre de verdad como lo manda el Hacedor, Dorrego, Peñaloza, “los gauchos que debían dar su sangre a la tierra para que al menos sirvan de abono”, los indígenas diezmados por Roca y los suyos para entregar las tierras patagónicas a los extranjeros, la semana trágica, los trabajadores de la Patagonia Rebelde, los chicos de la guerra, los 30.000 desaparecidos (sólo por mencionar algunos) y hoy los que mueren cada día sin trabajo, sin atención en su salud, sin un techo, sin comida, sin amor, encontrando como única salida la corrupción, la droga, la prostitución, mientras los padres de la Patria se enriquecen con las coimisiones que sin pudor cobran en el Congreso.

Total después los espera el bronce.

Estos Padres de la Patria (menos mal que sólo son padres porque si fueran madres seriamos todos unos hijos de...ésta tierra) son un calco unos de otros. Lo demuestra la historia cuando es revisada con criterio de verdad, no para cambiarla sino para conocerla, aunque ellos pongan el grito en el cielo.

Porque ni los unos defendieron los colores patrios y la libertad ni los otros al pueblo hambriento de justicia. Eran dos sistemas económicos enfrentados.

Mirémonos a los ojos y digámonos la verdad. La historia real no es la que cuentan los que ganan sino la que de verdad vivimos.

Leamos a García Hamilton o a Felipe Pigna y descubriremos que los próceres jamás fueron de bronce y que por ser de carne y huesos como nosotros tenían limitaciones como todo ser humano.

Digamos que alguien murió en el norte argentino no por una emboscada de los españoles sino porque un marido engañado llegó antes de tiempo y  cuando ese prócer se escapaba por la ventana recibió un escopetazo que sumado a su enfermedad congénita lo hizo morir desangrado. Esto no va a cambiar lo que el hombre hizo por la libertad del país junto a sus montoneras

O digamos que aquel general que endiosamos consumía opio por una enfermedad que lo torturaba con sus dolores por lo que hoy sería considerado un drogadicto. Tampoco esto cambia la historia.

¿Cambiará la historia si decimos que aquel heroico sargento no pudo haber gritado jamás “muero contento hemos batido al enemigo” porque la lógica indica que no pudo hacerlo? Pensémoslo un momento: ¿Cuándo nos pinchamos un dedo gritamos viva la patria? Imaginemos recibiendo un bayonetazo con el dolor inmenso que produce.

¿Y qué si decimos que el general Belgrano nunca se inspiró mirando al cielo para crear la enseña patria y que sí la copió de la banda que cruzaba el pecho del rey? ¿Cambian los colores de la bandera? ¿La sentimos extraña a nosotros?

¿Qué si decimos que algún general (esto lo dice Mitre, don Bartolo) tenía predilección por las armas de sus compañeros, con sus compañeros de armas incluidos? Eso no cambiará los hechos pues los mismos ya se produjeron hace tiempo y lo que es historia no se puede cambiar; excepto consumado esto a propósito y en los libros pero no en los hechos.

Si alguien buscase en todas las grabaciones de la época la frase aquella que se le adjudica a Evita “volveré y seré millones” y algunos historiadores dicen que pertenece a Espartaco el líder de la rebelión de los esclavos, dudo la encuentre. Pero esto no minimiza la acción y la obra de una mujer que trasciende a la historia y a sus detractores. Una mujer muy importante en esa etapa de la historia nacional, que dejó una marca indeleble de su paso al producir un cambio profundo proyectando a la mujer al primer plano de la vida política argentina; abriendo así y de manera muy amplia las puertas  de los partidos políticos para la mujer.

Yo digo que todos mentimos; señalo que todo es distinto a como nos lo muestran; destaco que no siempre contamos la verdad de los hechos acontecidos y que por lo general le agregamos aditamentos especiales y detalles que distorsionan los acontecimientos.

Lamentablemente  siempre se nos ha formado para aprender la historia de acuerdo al interés de quienes gobiernan en ese determinado momento en que  comenzamos a ser formados dentro de nuestro sistema educativo, con métodos tan particulares. Entonces lo que aprendemos y aprehendemos es la historia oficial que puede no ser la verdad objetiva, real, concreta. Y si no es esto es entonces una mentira.

Subrayo, destaco que así lo viví yo y mi relato de los hechos lleva impresa mi visión que se irá conmigo cuando llegue el momento. Y hasta puede no ser objetiva

Nada en absoluto cambiará la verdad de los hechos aunque los mostremos diferentes. No es esa la manera de lograr cambios trascendentes.

Si lo que mostramos no es lo que de verdad existe y es, nunca se logrará cambio alguno. Los seres humanos tenemos esa característica que nos distingue entre nosotros mismos.

Pertenecemos a la raza humana con diferentes matices físicos, ya sea de estatura, peso, color de piel,  idioma o nacionalidad que nos son característicos, propios y nos diferencian, nos hacen distintos unos de otros pero,  he aquí la cuestión, absolutamente todos mentimos por igual y defendemos nuestra mentira de la manera más férrea y hasta el final.

Algunos morimos creyéndonos nuestra propia mentira y lo hacemos a sabiendas de que podemos, con ello, afectar a terceros como víctimas involuntarias.

Muchas veces lo hacemos cubriendo el papel de cómplices al sostener  como verdades excluyentes los delirios de otros que, en definitiva, serán quienes ganen el bronce para ser recordados como héroes aunque hasta sus batallas imaginarias hayan sido perdidas.

El paso de los años, tras vivir una multiplicidad de experiencias, nos permite obtener jugosos frutos que en definitiva nos señalan la calidad de la vida que hemos vivido. Si al final de ese camino y en el crepúsculo de la vida, nos miramos interiormente y somos capaces de hacer un balance objetivo, sin mentirnos, habremos logrado vivir bien aunque más no sea para nosotros mismos... CONTINUA